Las terapias familiares forman parte del amplio grupo de las psicoterapias. Se trata de un tipo de tratamiento que se desarrolla a través de una serie de entrevistas con un especialista. El terapeuta plantea preguntas sobre los problemas y temas que constituyen una fuente de malestar o de conflicto, ayuda a las personas implicadas a profundizar en los orígenes y en la dinámica de los mismos, y ofrece interpretaciones, sugerencias o consejos según los casos.
En las terapias familiares pueden utilizarse técnicas derivadas de las diversas escuelas psicoterapéuticas: psicoanalítica, comportamental, cognitiva, etc. No obstante, una peculiaridad de este enfoque consiste en considerar al grupo familiar como un sistema cerrado en que, con el tiempo, se ha ido creando un conjunto de reglas y de formas de relacionarse del que los miembros de la familia a menudo no son conscientes.
El objetivo de la terapia consiste en identificar las reglas y los comportamientos interactivos que son repetitivos, no funcionales o destructivos, para luego intentar sustituirlos por otros más satisfactorios y apropiados.
Para conseguirlo, es importante que el terapeuta reconstruya la historia de la familia a través de sus etapas fundamentales (matrimonio, nacimientos, separaciones, duelos, etc.), que compruebe cómo se desarrolla la comunicación entre los diversos familiares, como son las relaciones mutuas, las alianzas y los conflictos.
La psicoterapia familiar se efectúa en una serie de sesiones regulares, de no más de una hora y media de duración, en las que un núcleo familiar completo se entrevista con un terapeuta, a veces con dos.
El terapeuta suele intervenir más activamente durante las sesiones que el especialista que lleva a cabo una terapia individual.
Cualquier problema psicológico o trastorno psíquico de una persona que vive en un núcleo familiar puede afrontarse con la psicoterapia familiar, aunque en la práctica las indicaciones son más restringidas. Se refieren en primer lugar a los conflictos de pareja, sobre todo si se relacionan con dificultades sexuales, a los trastornos psíquicos y las anomalías del comportamiento de los niños y adolescentes, a los casos de violencia o abusos familiares y a los trastornos de la alimentación (anorexia y bulimia).
Cualquier trastorno mental o enfermedad física de uno de los miembros del núcleo familiar que conlleve una intensa implicación emotiva y sea fuente de estrés prolongado puede beneficiarse de una terapia familiar, sobre todo en el caso de las enfermedades graves y crónicas.
Últimamente se ha extendido el uso de la llamada mediación familiar, una terapia dirigida a las familias que viven un proceso de separación. Su objetivo es que la separación se desarrolle de la forma más serena posible, evitando traumas y resolviendo los motivos de conflicto sin que dejen secuelas y rencores, sobre todo en caso de que haya niños implicados.
La terapia familiar suele ser practicada por psicólogos o psiquiatras, así como por sexólogos y otros profesionales dedicados a la asistencia social que se hayan especializado en este tipo de técnicas y seguido los pertinentes cursos de formación.
Muchos trabajan en consultas privadas, aunque también existen servicios de terapia familiar en los centros de asistencia primaria, en los departamentos de psicología y psiquiatría de algunos hospitales, y en otros centros públicos donde el tratamiento corre por cuenta de la Seguridad Social.
Cuando se trata de un terapeuta familiar privado, es muy importante asegurarse de que cuenta con una suficiente preparación, indagando sobre su formación y experiencia en este campo.
Autora:
Mujeractual
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